12 de septiembre de 2009

Los salmos

Los salmos son, de todas las lecturas del Antiguo Testamento, las que quizás nos acercan más al espíritu del Nuevo Testamento. Muchas palabras de Jesús fueron inspiradas en estos poemas donde existe un yo, el poeta que habla, y un tú, el gran protagonista al que van dirigidos los versos: Dios.

Y este es un Dios cercano, compasivo, que entiende las contradicciones humanas y no las rechaza. Es un Dios personal, al que se puede hablar.

Los salmos nos resultan cercanos porque son oraciones surgidas del corazón en momentos culminantes de la vida. Pueden ser súplicas desgarradas en tiempo de dolor o alabanzas exultantes, cargadas de alegría y gratitud. Pueden ser peticiones angustiosas, exclamaciones admiradas ante la belleza del Creador, ruegos insistentes, y hasta gritos de dolor. Pero en todos ellos late, tras la voz que pronuncia los versos, una confianza profunda e inamovible como roca firme: la certeza de que son palabras dirigidas a un Dios que escucha.

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